jueves, 12 de noviembre de 2009

Policía rusa halla en Siberia a una niña "criada" por perros y gatos

Tomado de emol.com  Miércoles 27 de mayo de 2009

La menor sólo se comunica mediante el lenguaje 
de los animales. 
MOSCU.- Agentes de la protección infantil rusa descubrieron en la localidad de Tchita (Siberia oriental) a una niña de cinco años que fue "criada por varios perros y gatos", y que sólo habla "el lenguaje de los animales", anunció el miércoles la policía local. La niña fue encontrada en un departamento destartalado donde también vivían sus padres y abuelos, pero sin ocuparse de ella. De acuerdo a lo informado por la policía, nunca salió de su hogar y nunca le enseñaron a hablar, por lo que trata de comunicarse ladrando y aullando.


"Durante unos cinco años, la niña fue criada por varios perros y gatos y nunca salió de la casa", indicó la policía de Tchita en un comunicado.


Hasta que fue hallada, "la pequeña (...) se tiraba sobre las personas como un perrito" y durante todos esos años "sólo aprendió el lenguaje de los animales", añadió la nota, al precisar que la menor comprende el ruso, aunque no lo habla.


La niña fue trasladada a una institución donde recibe cuidados médicos y psiquiátricos pero, según la policía, "se lanza contra la puerta y aulla" cuando el personal deja la habitación donde está.


El comunicado policial apoda a la pequeña "Mowgli", como el protagonista del Libro de la Jungla.

El bar de las ilusiones

Tomado de Blogs El Mercurio, jueves 12 de noviembre de 2009

Columna de Cristián Warnken 




Yo tenía 21 años, y una mañana de 1982 estaba con mis propias manos tocando el muro que separaba dos ciudades con el mismo nombre. Casi lo acariciaba, como quien recorre la textura de un Dios de piedra.


Había cruzado la frontera que separaba Alemania Oriental de Alemania Occidental, para cruzar otra frontera dentro de la frontera, la de Berlín Occidental con Alemania Oriental. Fronteras dentro de fronteras, unas dentro de otras, como en un juego de mapas dibujados por un loco. Y yo, un joven sudamericano que venía en peregrinación a la vieja Europa a rendir culto a los dioses de mi adolescencia, estaba frente a ese muro que todos creíamos sólido, indestructible.
Un gran alemán, Federico Nietzsche, había dicho que “los grandes cambios vienen con pisadas de palomas”, llegan en “la hora más silenciosa de todas”. Pero nadie lo escuchó en su propia tierra, la Alemania de los grandes abismos y las grandes cimas.


Cierro los ojos: tengo 21 años, todavía creo en Marx y estoy tocando el muro de los muros esa mañana del 82, el muro que me separa de la libertad interior, donde caerán desplomadas dentro de poco todas las estatuas de mi juventud, como muñecos gigantes huecos, ídolos de barro en medio de la tempestad. Hace frío, es un día gris y yo cruzo a Berlín del Este. Mi corazón tiembla en la mochila. Voy a llegar a Utopía, voy a caminar por las calles de un Este mítico y llevo el libro de Lenin “¿Qué hacer?” —como buen y obediente militante de izquierda que era— en el morral de joven sudamericano con la cabeza llena de pájaros y consignas y sueños.


Pero al otro lado no me encontraré con mis dioses, sino con las estatuas de ellos apuntando con sus dedos a un horizonte de edificios grises y monótonos, en un país donde la tristeza había terminado por devastar lo poco que quedaba ahí de vida. Un país para policías y delatores y muertos en vida. Vago por calles iguales, igualitarias, vacías, y me cruzo con fantasmas, con miradas idas. Un vacío se instala en mi pecho, una angustia que todavía no tiene nombre, una duda que empieza a carcomer mis amadas consignas por dentro. Soy un joven sudamericano vagando por el infierno de otros, que se suponía debía ser nuestro paraíso, el paraíso del hombre sobre la tierra.
¿Alguien sabe lo que es perder la fe de golpe, alguien ha visto saltar por el aire, hecho trizas, al dios de su infancia? Tengo 21 años y en la Friedrichstrasse entiendo por primera vez que ese muro que acabo de cruzar no es mi muro, sino el muro de otros. Quiero llorar, no puedo, entro en el único bar que encuentro en muchas manzanas a la redonda. Desde la barra, dos jóvenes muchachas alemanas de mi edad me miran con curiosidad. Nos comunicaremos con dibujos, palabras en inglés sueltas y mímicas en las pocas horas que tenemos por delante. Me contarán sus vidas en ese “paraíso” fundado en la mentira. Yo soy para ellas la libertad (exótica, lejana, inaccesible), y ellas ya no son para mí la esperanza. Quiero sacarlas de ahí, llevarlas al otro lado del implacable muro. Cae la tarde y debo volver a la frontera. Nos miramos a los ojos.
Nunca tres miradas se cruzaron tanto. Nos hemos comunicado más allá de las palabras. Ellas ya perdieron toda fe. Yo la estoy perdiendo en cada minuto que pasa. ¿Por qué la historia la escriben los que levantan muros y no la gente de mirada limpia, como la de esas dos muchachas que ya no veré nunca más en mi vida?


Pensé mucho en ellas cuando cayó el muro. En esas anónimas que comenzaron a demoler el muro dentro de mí, antes que el otro muro, el exterior, cayera. ¿Cómo se llamaban? ¿Qué fue de sus vidas en estas décadas que nos separan de esa mañana gris de 1982? ¿Qué ha sido de nosotros en todas estas décadas? ¿Cuándo dejamos de ser lo que fuimos, cuándo comienzan los muros a caer y cuál es la hora más silenciosa de todas? ¿Cuántas fronteras quedan por cruzar, y cuántas fes ilusorias perder todavía?

¿Qué estas haciendo en este momento?

Tomado de http://ishanoshabla.blog.terra.com.mx/


Parece que todos tenemos una opinión sobre si Obama merece el Premio Nóbel de la Paz o si es demasiado prematuro. Después de oír muchas opiniones, expresadas aquí, sólo tengo una cosa que decir. Independientemente del premio, está claro que Obama tiene un deseo muy enfocado en lograr la paz en el mundo, pero mi pregunta no es acerca de Obama, mi pregunta es acerca de ti.

¿Con qué frecuencia nos sentamos a juzgar, criticar, comparar y evaluar las acciones de quienes nos rodean? Es muy fácil aplicar lo que en Australia llamamos el síndrome de la amapola mas alta –esto es, ese deseo de cortar lo que más se eleva y poner toda nuestra atención en criticar a la gente de nuestro mundo que ha alcanzado posiciones de poder y de éxito. Pero, ¿qué estás haciendo tú para crear paz en este momento?

Tengo una propuesta, vamos a considerar que todos somos elegibles para el Premio Nóbel de la Paz, y nos proponemos internamente traer paz a nuestro entorno. Luego, cuando tengamos claro ese propósito, podemos enfocarnos en dar paz interior a nuestras familias, nuestros amigos, nuestro medio ambiente, y en última instancia, a nuestro mundo. Porque la paz es responsabilidad de todos los seres humanos, no es responsabilidad de nuestros líderes. Es una elección que todos estamos haciendo en cada momento. ¿Me estoy amando a mí mismo? ¿Estoy en paz conmigo mismo? ¿Estoy dando todo lo que puedo o estoy sentado en mi pedestal, mientras analizo y juzgo el exterior?

La grandeza se manifiesta en acción. El victimismo espera que el exterior cambie para estar a salvo. Por duro que pueda parecer, esta es la realidad del 99% de la humanidad.

Cuando alguien tan noble como Obama presiona por el cambio dentro de un mundo tan conflictivo, automáticamente es elegible para cualquier premio de la paz. Como cualquier persona que esté dando a la humanidad en este nivel.

Recomendaciones para encontrar la paz interior

Cuando algo difícil o desafiante ocurra en nuestras vidas, podemos percibirlo como un obstáculo en nuestro camino o como una oportunidad para crecer. Nuestra forma de responder a esas situaciones, las puede transformar de problemas, a momentos de evolución personal. Observa la respuesta automática a criticar a las circunstancias y a etiquetarlas como “equivocadas”. Cuando te hagas consciente de esta elección, serás capaz de escoger algo diferente: elegir apreciar y aprovechar esas oportunidades para ser más, para rendirte a lo que es y para confiar en los regalos que el universo te está trayendo.

Si tu vecino va caminando distraído, pasa, y ni se da cuenta de ti, puedes elegir sentirte ofendido e ignorarlo tú también, o sonreír y decir ¡Buenos días!

Cuando a alguien se le cae algo, tenemos la oportunidad de recogerlo, o seguir caminando e ignorarlo.

Si alguien tiene un problema, podemos estar presentes y ofrecer nuestro apoyo, o hacernos la vista gorda, perdidos en nuestras propias distracciones.

Estos son pequeños ejemplos de situaciones cotidianas, donde nuestras elecciones nos muestran nuestro propio enfoque, y cómo estamos con nosotros mismos: si nos centramos en nuestros propios dramas y necesidades y como consecuencia, estamos enfocados en la carencia, o si estamos abiertos y disponibles para dar, enfocados en la abundancia, la alegría de vivir, y al servicio de la creación de vida.

¿Estás abierto a sentir cada aspecto de ti mismo, a gozar los sentimientos de alegría y abrazar tus penas, como un ser humano?

Cuando estás cansado y tu pareja, amigo o hijo ha tenido un mal día, ¿eres capaz de estar ahí para ellos, sólo como una presencia silenciosa? ¿O te sientes obligado a intervenir, para tratar de cambiar de tema o hacer que cambien su estado de ánimo, porque te sientes incómodo si no haces nada?

Sólo está atento para ver, en tu día, en qué áreas puedes estar más presente, más consciente. Desde ese espacio, cualquier acción que realices será más amorosa, más llena de paz para todos los que te rodean.

Sé como una esponja que absorbe todas las posibilidades de aprender de todo y de todos, enfocado en ser un cien por ciento en cada momento: “En este momento elijo ser la totalidad y, en cada momento, puedo ser más, más amor, más libertad, más ser“.

Yo siempre digo a mis estudiantes: “No importa lo que estás haciendo: lo importante es lo que estás siendo”. ¿Qué estás eligiendo ser en este momento?

Cuatro pasos para superar el resentimiento



El resentimiento se acumula cuando no somos reales con las personas en nuestras vidas. Lo que no se dice es lo que provoca el resentimiento; muchas veces cosas pequeñas que se apilan unas encima de otras, hasta que el más mínimo evento puede detonar una reacción explosiva. Trata de incorporar estos hábitos en tu vida para liberarte del resentimiento:

–Dí lo que sientes, en el momento.

Hablar nuestra verdad es una de las cosas más difíciles para nosotros. Decirle a la gente -sobre todo a las personas que amamos y admiramos- cuando estamos molestos con ellos, es extremadamente difícil; la razón que lo hace tan difícil es que tenemos miedo a su rechazo, a perder su aprobación y, finalmente, a perder su amor, pero cuando no decimos lo que está pasando, la irritación momentánea o conflicto que se generó por sus acciones se almacena dentro, y se suma a todas las otras veces que nos hemos reprimido por disgustos similares.
Estas emociones se convierten en una barrera energética que impide que el amor que sentimos circule libremente: cada vez que vemos a la persona, recordamos inconscientemente esos momentos que nos molestaron y por ello nuestra atención, en lugar de estar plenamente presente aceptando a la persona como es, fresca y nueva en cada momento, se distrae enfocándose en lo que está mal.
La espontaneidad de la relación se ha ido entonces. Si pretendemos ser amables y cordiales, nuestras interacciones se convierten en una representación, una actuación, donde el amor verdadero es difícil de encontrar. Cuando decides enfrentar el miedo al rechazo y decir lo que realmente sientes, algo increíble sucede. Tu transparencia te hace libre, lo que te permite soltar los juicios y emociones acumulados, y dejar ir el resentimiento.
Entonces, la apreciacion y la inocencia que la relacion había tendo antes pueden volver. Esta es la razón por la que muchas parejas van creciendo apartadas con el tiempo: por miedo de perder al otro se ocultan lo que realmente sienten. ¿El resultado? Dos personas que están físicamente cerca, pero distanciadas internamente de todos modos.

–Desarrolla una relación amorosa contigo mismo

La necesidad de recibir la aprobación de nuestros seres queridos, y de controlar y manipular su opinión acerca de nosotros, viene de nuestra propia necesidad de aceptación y amor. Sólo cuando hemos perdido la capacidad de aceptarnos a nosotros mismos, es cuando comenzamos a preocuparnos por lo que piensan los demás, y así empezamos a escondernos y a retorcernos para convertirnos en lo que consideramos “suficientemente bueno”. Con el fin de cambiar esta situación, tenemos que ir hacia adentro, y empezar a buscar en nosotros mismos. Hay muchas maneras de ir hacia el interior, algunas personas utilizan la meditación, otros simplemente se enfocan en estar presente con ellos mismos … Yo enseño las facetas de mi sistema, que es lo que funcionó para mí. Lo importante es que tú comiences a escucharte a ti mismo, prestando menos atención a cómo el afuera te dice que seas y empieces a escuchar la voz de su propio corazón. Esto hará que sea más fácil para ti empezar a hablar tu verdad y dejar ir la necesidad de aprobación externa.

–Siente tus emociones

Con el fin de soltar la carga acumulada de resentimiento, permítete sentir. Los niños pequeños no se sienten resentidos precisamente por este motivo: sienten todo, sin “filtrar” lo que deben o no deben expresar. Debido a esto, son capaces de ver todo fresco: cada momento es nuevo, lleno de posibilidades y de emoción. Es como si, al hacernos mayores, aprendiéramos a juzgar ciertas emociones como malas y, al hacer esto, comenzamos a almacenar esas emociones en el interior, llevándolas a todas partes; sin darnos cuenta, ellas se convierten en nuestra compañía subconsciente constante. Permítete enojarte, concédete la libertad de sentirte triste. Cuando lo hagas, encontrarás que el resentimiento y la amargura en torno a los sucesos del pasado empiezan a disiparse y eres capaz de recuperar la magia y la maravilla inocente de la infancia.

–Elige dar

El resentimiento proviene de sentir carencia de algún tipo: de sentirte maltratado, irrespetado, o herido de alguna manera. Cuando te sientas así, elige dar. Al dar, llevas tu atención fuera de tu propio drama de insatisfacción y de inmediato te enfocas en la abundancia: en lo que tienes, en lugar de en lo que está mal o lo que te falta. Esta es una manera muy poderosa de cambiar tu enfoque, de la carencia a la apreciación.

El resentimiento es un truco que tenemos para alejarnos de disfrutar de la belleza del momento presente. No dejes que te domine; la vida es demasiado preciosa, demasiado llena de entusiasmo y de oportunidades para permanecer anclados en el pasado. Utiliza estos pasos sencillos para entrenarte a experimentar la frescura del aquí y el ahora, y te encontrarás libre de resentimientos.